Aunque muchos no lo sepan, las redes sociales no nacen con Twitter, ni con Facebook, ni siquiera con Internet. Las redes sociales existen desde siempre, desde que hay sociedad y desde que hay vínculos que establecer, expandir o mantener. Así, en una definición oficiosa, al hablar de redes sociales hablamos de “una estructura social compuesta por un conjunto de actores (tales como individuos u organizaciones) que están relacionados de acuerdo a algún criterio (relación profesional, amistad, parentesco, etc.)”. Nuestra familia es una red social. Nuestro grupo de amigos, otra. Con nuestros clientes establecemos otra y puede que otra más con nuestros proveedores. Han estado siempre ahí, pero ahora las entendemos de una forma distinta y las visualizamos en todo su potencial a través de su popularización en Internet.
Hecha esta introducción, avancemos y demos un sentido práctico a este texto. Y para empezar, supongamos que fuéramos capaces de separar lo profesional de lo personal, cosa que para muchos, especialmente los autónomos y emprendedores, resulta imposible. Pero supongámoslo. Y haciendo ese ejercicio, hablemos del uso, las posibilidades y el potencial de las redes sociales en ambas categorías.
Redes sociales para uso personal
En lo personal se trata, en resumen, de encontrarnos ante nuevas plataformas en las que desarrollar nuestras relaciones humanas de una forma novedosa y distinta. Aunque exista la frontera tecnológica, lo cierto es que no hay diferencia práctica entre quedar con los amigos a charlar o charlar con ellos a través de WhatsApp (sí, WhatsApp es una red social y, de hecho, una de las más utilizadas). Lo mismo ocurre en otros muchos casos. ¿No es en esencia lo mismo enseñar a nuestros amigos las fotos de nuestro viaje a las Barbados personalmente que publicarlas en Flickr o Facebook, y etiquetarlos en ellas? Es lo mismo pero, como diría alguno, “más moderno”. Si nos centramos en este planteamiento, podemos repasar cantidad de redes sociales y encontrar de esa forma su uso correcto. Twitter, donde podemos dirigirnos a cualquiera, sin importar su cargo y ubicación, y confiar en que haya respuesta. Facebook, donde establecemos relaciones bidireccionales (si alguien es amigo nuestro, nosotros somos amigos suyos), donde estar al día de la actividad de nuestros conocidos y donde compartir con ellos estados de ánimo, imágenes o enlaces a noticias que nos parezcan interesantes. WordPress, donde dar rienda suelta a nuestra capacidad literaria o periodística. YouTube, donde compartimos, exploramos, descubrimos, creamos, pero siempre en forma audiovisual. Y así con otras tantas como Google+, Pinterest, Periscope, Tumblr, SnapChat, Instagram… cada una de ellas con sus características definitorias, pero todas ellas con un mismo fin: permitirnos establecer nuevas relaciones entre aquellos que forman parte de nuestra vida o comparten nuestros mismos intereses. Y dicho esto, pensemos en las redes sociales de forma profesional.
Redes sociales para uso profesional
De nuevo, y tras lo expuesto en el párrafo anterior, partamos de un concepto sencillo. Si las redes sociales, en su uso personal, no son más que una traslación electrónica de algo que hacemos permanentemente, las redes sociales para uso profesional son… lo mismo.
Por tanto, si tenemos un negocio o producto del que nos sentimos orgullosos o que queremos promocionar, utilizaremos las redes sociales, como Facebook en su modalidad de ‘Páginas de Empresa’, Twitter, LinkedIN, etcétera. Si queremos dar a conocer una oferta, si queremos ser encontrados rápidamente por un usuario que nos busca, si queremos dar respuesta a las dudas del consumidor, si queremos establecer canales de comunicación nuevos, si queremos conocer a nuestro público, si queremos aprender de la competencia… para todo ello, tenemos las redes sociales, sus distintas herramientas y nuestra capacidad de, una vez asimilado el funcionamiento de cada una, y con el sentido común de nuestra parte, hacer el uso adecuado de ellas.
“Ya, pero yo solo tengo una panadería”
De acuerdo, acabemos este texto con un caso práctico. Somos dueños de una panadería. Si, como dueños del negocio, abrimos una cuenta en Google+ y a través de ella en Google My Business, podremos localizar nuestra panadería en Google Maps y seremos accesibles desde la búsqueda de Google. Si rellenamos nuestra información correctamente y añadimos fotografías, cuando alguien en nuestra zona que haya olvidado comprar el pan busque en Google “panadería”, tendrá muchas opciones de encontrarnos a nosotros los primeros, ver nuestra fachada, ver nuestros productos, llamar por teléfono, consultar nuestro horario o establecer una ruta en el mapa para llegar a nuestro local.
Abriremos también una cuenta en LinkedIN y, desde nuestro perfil personal, en el que informamos a nuestros contactos de nuestro trabajo actual y nuestro potencial y capacidades, crearemos una página para nuestra panadería. De nuevo volcaremos toda la información sobre nuestro negocio que nos sea posible, y crearemos a su vez una página de producto, donde hablaremos, por ejemplo, de nuestros donuts caseros o nuestras tartas por encargo. Estableceremos una red de contactos con otras empresas complementarias, e igualmente usaremos nuestro perfil personal para añadir nuevos contactos potencialmente relacionados o interesados en nuestros productos.
Abriremos también un blog en WordPress, en el cual, semanalmente, publicaremos recetas y trucos de cocina que pueden ser de interés para otras personas interesadas en estos contenidos, y lo haremos siempre añadiendo enlaces a nuestras redes sociales y utilizando las palabras clave que consideremos fundamentales. Seguiremos otros blogs similares, comentaremos sus publicaciones, y compartiremos nuestros contenidos en nuestras redes sociales.
Y si hablamos de otras redes sociales, hablamos de Twitter y Facebook, donde abriremos igualmente perfiles de carácter profesional. En Twitter, compartiremos contenidos propios y ajenos relacionados con nuestra actividad, productos o sector, además de que estableceremos una comunidad en base a los usuarios que sigamos y que nos sigan, y con los que estaremos siempre disponibles para cualquier duda, queja o consulta, siendo nuestro canal principal de atención al consumidor. En Facebook, por su parte, seremos algo menos activos por sus propias características, pero más comerciales, por lo que promocionaremos nuestras ofertas, participaremos en grupos, buscaremos la interacción de la comunidad, e incluso planificaremos una pequeña campaña de anuncios. Además, localizaremos a la competencia y a otros negocios similares, observaremos sus carencias y sus puntos fuertes, y aprenderemos a mejorar nuestro negocio.
¿Y si además abrimos un canal de YouTube para subir recetas de repostería? ¿Y una página de Pinterest o Instagram para las mejores fotos de nuestras creaciones? ¿Y un perfil en TripAdvisor para controlar lo que se dice de nuestro negocio, aprender y modificar opiniones? ¿Y un grupo de WhatsApp para que nuestros clientes puedan hacer reservas y encargos? Bueno, en algún momento tendremos que decir basta. Porque existen tantas redes sociales como ejemplos se nos ocurran, y en todas ellas podemos adaptar nuestro mensaje de forma práctica y efectiva.
Así que volvamos para terminar a esa pregunta que iniciaba este párrafo. Vale, solo tienes una panadería, pero es tú panadería. Es tu negocio, te juegas mucho y lo das todo por ella, porque de ella depende tu estabilidad económica. Y ahí están las redes sociales, gratuitas, masivas, creativas, y muy comerciales. Como dice la famosa frase, “Antes eras lo que tenías. Ahora eres lo que compartes”.
Nosotros, en Caja Rural Regional, somos muy conscientes de todo esto, y por eso disponemos de distintos perfiles como nuestra página de Twitter, Facebook, Youtube o, claro, este mismo blog. Puedes encontrarnos ahí, siempre disponibles para ti, así como en nuestra web o en nuestras oficinas. No hacemos distinción, porque ahora tú tampoco la haces.